viernes, 4 de noviembre de 2011

SUMANDO


   Hoy he añadido un año más a la suma de mi vida. He estado a punto de escribir el recuerdo más intenso de cada uno de mis años, pero me ha parecido cruel, no sólo para mí por el esfuerzo mental, sino para aquel amigo que se pase por mi blog y tenga que sufrir mis neuras. 
   Tengo buena memoria y soy capaz de remontarme en el tiempo hasta que sólo tenía tres años. Creo que mi recuerdo más antiguo es el nacimiento de mi hermano. Me habían llevado a pasar la noche a casa de unos familiares, pero de eso no tengo conciencia, lo que sí veo con total claridad es mi entrada por la mañana en la habitación de mis padres, y mía, porque todos dormíamos en la misma, y la cara sonriente de mi madre con camisón blanco y un rollizo y sonrosado niño acostado a su lado. Me dijeron que era mi hermano y yo le puse nombre, Jaime.
   Poco más tengo en la memoria de esos años, una rebeca de angorina rosa, unos zapatos que se encogieron y no me los podía calzar, por lo que lloré durante un buen rato porque eran mis preferidos, una visita con mi padre a su lugar de trabajo, un duro que me dio su jefe. ¡Qué cosas guardamos en la memoria!.
   Hasta la adolescencia todo iba transcurriendo dentro de lo que podemos considerar normal en el seno de una familia de clase media, pero mis inquietudes se desbordaban, lo que luego sería un espíritu impetuoso más o menos controlable, entonces se me iba de las manos.
   Cuando yo tenía once años nació mi hermana Isabel María y disfruté comprándole a medias con mi hermano, un muñeco de goma que le pusimos como regalo de día de Reyes.
   Cuando cumplí los doce años, dos acontecimientos desbarataron mi entorno, mi tía Isabel que era mucho más que una tía, era mi madre adoptiva, me llevaba a la playa, aunque a su salud le sentara como un tiro, en las calurosas noches de verano nos divertíamos en el cine, si iba a visitar a sus primas a Puerto Real siempre era yo su acompañante, se sentaba junto a mí a repetirme una y otra vez las lecciones de historia y geografía que tenía que memorizar, me esperaba durante dos horas cuando me había portado mal en el colegio y tenía que quedarme al estudio, cada noche en la cama me narraba historias de Sancti Petri y me agarraba del brazo para que no sintiera miedo, pues tita, como la llamábamos todos, se casó y se fue de viaje y cuando volvió ya vivía en otra casa. 
   El otro suceso fue la muerte de mi abuela, con ella tenía garantizado el escondite perfecto ante una reprimenda, que seguro estaba bien merecida, pero para eso están las abuelas. 
   No sé qué ocurrió dentro de mí, pero me sentí abandonada. Estaba acostumbrada a vivir con ellas desde que nació mi hermano y estos cambios fueron muy grandes para digerirlos. 
   Tras estos hechos, y ataviada con estas pérdidas, la insensatez y ese entusiasmo por andar siempre contra corriente, cogí una pequeña maleta y decidí irme por el mundo, no tenía ni idea de a dónde iba a ir ni cómo iba a vivir, pero unas pocas ropas y algunas monedas compusieron mi exiguo equipaje.
   Afortunadamente mi madre me cogió antes de que me lanzara al universo.
    Sólo tres años después, sólo tres, di a luz una preciosa niña con cerca de cuatro kilos.
   Ahí acabó mi niñez y adolescencia.
   Mi vida era, está siendo y espero que sea siempre como una rompiente en la que las olas se estrellen y la mantengan despierta y alerta, aceptando estoicamente y con dignidad cada sacudida.



8 comentarios:

Leonor dijo...

Mari Carmen, muchas gracias por tu felicitación.
Mi hija nació el mismo mes que yo cumplí los 16. No era consciente de lo que suponía aquella situación. Hoy día con un poco más conocimiento veo que fue una locura, pero no cambio nada porque mi hija es una de las tres cosas más importantes por las que vivir. Por supuesto las otras dos son mis otros dos hijos.

Lola Polo dijo...

Muchas Felicidades, Leonor. Espero que hayas pasado un día muy feliz en compañía de tu familia

Un beso, guapa

Juan Carlos dijo...

¡Felicidades!
Acudo a esta tu casa por vez primera y que mejor razón que la de saludarte por tu onomástico.
Además por lo leído, llego a la conclusión de que tú cumpleaños no te hace un año mayor sino un año mejor.
¡En hora Buena!

¡Saludos!

Leonor dijo...

Gracias Juan Carlos, ha sido un placer recibirte en esta casa mía y espero que acudas muchas veces. También yo soy mejor lectora que escritora pero me alivia el espíritu enlazar a mi manera las palabras para expresar mis alegrías y mis pesares. Me ha encantado el texto que tienes en tus datos personales.
Estrecho fuertemente tu mano. Un beso.

Un par de neuronas... dijo...

Enhorabuena no por tus años sino por tu vida, por esos acontecimientos que te han hecho como eres. Gracias por darte a conocer en un blog, gracias por estar ahí y gracias por ser así.

Un beso.

Leonor dijo...

Ya tengo hecha la tarta y estoy esperando que llegue mi hija con su familia, con mis dos nietos a los que quiero como si fueran mis propios hijos. Estaremos de comilona todo el día y será un grato recuerdo para mí y espero que para todos ellos. Un beso amigas.

Juan Carlos Celorio dijo...

Muchas felicidades Leonor. Estoy algo espesillo esta mañana, así que me uno a lo dicho en los otros comentarios, muy especialmente al de Verónica.
Un abrazo.

Leonor dijo...

Verónica, muchas gracias por todo el cariño que me envías en tus comentarios. Aunque no entiendo ni jota de los blogs que sigues de cocina griega, como me gustan tanto los fogones, entro en ellos y me relamo mirando las fotos. Un beso.