miércoles, 30 de noviembre de 2016

ESTE JUEVES: ERASE UNA VEZ...





Erase una vez, y sigue siendo, un bosque, en el que ocurren desgracias continuamente. A la distraída Caperucita siempre la engaña el lobo, que como lobo que es, su astucia no tiene parangón, y manipula a la inocente niña una y otra vez ¡Madre mía qué niña tan ilusa! A  Blancanieves no hay forma de hacerle ver que la encantadora viejita que le regala la manzana es siempre la misma mujer perversa, y eso que le pasa cada vez que su cuento es leído. Los enanitos ya no saben cómo hacerle entender a la niña que no se puede uno fiar de las personas que sin más ni más te ofrecen frutas gratis. Hansel y Gretel son  tan golosos que van hasta la casita de chocolate cayendo en la trampa de la bruja que los espera, sabiendo por las veces que ha ocurrido, que no se resistirán a tan atractiva golosina. Ricitos de Oro se pasa la vida volando por el bosque como alma que lleva el diablo, después de haberse zampado el tazón de sopa del osito al que todas las noches deja sin cena. El gato con botas es bastante espabilado y sin su ayuda el tontorrón de su dueño no sería nunca el Marqués de Carabás, y no poseería las tierras y el castillo del ogro, que convertido en ratón es devorado por el gato astuto, sin el cual, el hijo del molinero no llegará a ninguna parte y lo tendremos lamentándose, y dando vueltas y vueltas por los caminos sin fin, con lo que el cuento se haría muy pesado. La Cenicienta y la Bella Durmiente son casos aparte porque ni pasean por el bosque ni tienen carácter para imponerse al autor de sus cuentos, y, mientras la primera no protesta nunca por el ingrato papel que le ha tocado, ni busca una solución, sino que se deja llevar por la comodidad de que el Hada Madrina aparezca con su varita mágica,  la segunda pasa de todo, y se pone a dormir despertándose ya cuando todo está acabando. 
Pero volviendo al tema del bosque hay que romper una lanza en favor de los malos porque sin ellos los cuentos serían de una cursilería empalagosa. Así que demos las gracias al lobo cuya voracidad es insaciable y puede almorzarse a la abuela y a seis cabritillos sin que se resienta su estilizado aspecto; a las brujas, incansables inventoras de malignidades; a los gigantes cuyas botas pueden alcanzar las mayores velocidades, sin necesidad de repostar;  y al enano saltarín, un egocéntrico y narcisista cuya ilusión es ser servido por un príncipe para presumir de poder, ¡cuántos enanos saltarines hemos encontrado fuera de las páginas de los cuentos!;  a los malvados cisnes que no se reconocen en sus descendientes; a las madrastras crueles; a los ogros, en fin, a todos los que lograban hacernos pasar miedo que es un sentimiento muy humano. Y como siempre teníamos un final feliz no había nada que temer. 




Gracias Inma.








martes, 29 de noviembre de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS




Semana 48 inspirados en la canción "Nostalgia"

Este sentir tu ausencia que me acongoja
El recuerdo de tu mirada enamorada
Aquellos besos que se quedaron
asomados a los labios
tímidos, esperanzados
El roce de unas caricias que no llegaron
errantes manos perdidas
 deseos abandonados
Este sentir nostalgia de una ilusión
de unas palabras versadas
de lo que no llegó a ser
Este sentir tristeza de un sueño inacabado
qué penosa nostalgia evocar
lo que debe ser olvidado










domingo, 27 de noviembre de 2016

TORMENTA






El cielo suena con un grito ronco roto de dolor
Se lamenta el firmamento
 mostrando con fiereza la tormenta
Truenos, rayos, lamentos en una noche de tristeza 
Cruje la negrura con voces amenazadoras
Gimen bocas voraces ávidas de otras bocas
Y en el patio la lluvia se derrama
 sobre el jazmín
 llorando a lágrima viva su pena
Yo, en una soledad desgarradora
 busco un motivo para despertar mañana





miércoles, 23 de noviembre de 2016

ESTE JUEVES:UN GIRO INESPERADO




María lleva una vida monótona, rutinaria, sin sobresaltos. Cuando termina las faenas de su casa se desprende de su delantal que es casi como una segunda piel y se prepara una aromática infusión que se toma sentada en el cierro, con el sol acariciándole la espalda y su cesta de labores junto a la mesa camilla que horas más tarde será su inseparable compañera de noches otoñales, su cálida amiga en los inviernos fríos y solitarios. María ve pasar la gente por la calle y se pregunta qué tendrán que hacer esas personas yendo de un lado a otro, esquivando presurosas los coches que pasan casi rozándolas al tener que caminar en muchos tramos por la calzada ya que los cierros apenas dejan paso en las aceras. Claro que cuando se proyectó esta ciudad, pensaba María, no había tráfico por estas calles.  Los cierros son el mirador de las casas, el rincón desde el que se observa el mundo. Desde detrás de los visillos se puede mirar ver sin ser visto y algunas se conocen la vida y milagros de todo el barrio, pero María no es cotilla, ella solo quiere entretenerse y disfrutar de esa calidez del sol de la tarde, y siempre hay algún transeúnte que la saluda al pasar y ella contesta sonriente, agradecida por esa amabilidad. 
Una tarde tocaron el llamador y como era costumbre, María se asomó con disimulo apartando sutilmente el visillo y vio a una joven con una maleta. Quién será, se dijo, y se dirigió diligente hacia la puerta de la calle. Desde hacía un tiempo había cogido la costumbre de tenerla cerrada para evitar que algún visitante inoportuno al que no le apetecía soportar,  se apoltronara durante horas en su salita de estar. María no era mujer de charlas mundanas y prefería el silencio con sus recuerdos a la palabrería insustancial. 
María entreabrió la puerta y asomó la cabeza. La muchacha reaccionó nerviosa y se presentó con voz temblorosa. -Soy su sobrina, hija de su hermano Serafín, el que emigró de niño a Argentina, cuando la guerra. Ya sé que usted no ha vuelto a tener noticias de él y que habrá pensado que pudo haber muerto pero no es así, mi padre sigue viviendo en Buenos Aires. Ya es muy viejo y no quiere morir sin volver a verla. Me ha mandado a conocerla y a pedirle que me acompañe de vuelta. Quiere que se quede con nosotros una temporada o para siempre si así usted lo desea. 
La chica había soltado como una retahíla todas las palabras, sin apenas respirar, y María no salía de su asombro. No daba crédito a todo lo que acababa de oír. Su hermano Serafín llevaba fuera de España...cuánto? Todas las noches de su vida había pensado en él, en aquel niño unos años mayor que ella que un día había desaparecido de casa. Su madre le había contado que estaba con una familia viviendo en un lugar muy bonito. Y siempre se preguntó por qué a ella no la habían mandado a vivir a ese sitio tan lindo o por qué no se habían ido todos. Pero había cosas que quedaron para siempre silenciadas.
Cuando María tuvo todo organizado se despidió de algunas amigas y partió hacia Buenos Aires del brazo de aquella muchacha que tenía sus mismos ojos y que había dado un giro inesperado a su vida.



lunes, 21 de noviembre de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS




Semana 47 inspirados el el título de la canción Celos de Marc Anthony


Celos que la mente nublan
celos que turban la razón 
celos que atenazan la garganta
celos que oprimen el corazón
puñaladas que el alma desgarran
arrancando silentes gemidos
irrefrenable rabia contenida 
ahogados lamentos
dolor desmedido
grito desesperado
turbadores pensamientos  
temibles celos que engañan
poderosos celos que invaden 
celos que aniquilan el amor
celos que la confianza dañan 
celos que matan lentamente
celos que oprimen el corazón









lunes, 14 de noviembre de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS




Semana 46 inspirados en el título de una canción de Leonard Cohen, El futuro

El futuro tan incierto, tan lejano que nunca se alcanza, 
el tiempo en el que ponemos todas las esperanzas, 
ilusos soñadores que dejamos el vivir para el mañana.

El futuro tan esperado, siempre inseguro invitado, 
utópico tiempo anhelado de quimeras y deseos
los días vamos quemando en aras de días nuevos.

El futuro tan dudoso, hipotético destino
de proyectos incompletos y de sueños no cumplidos
un huidizo albur que perseguimos errando.

El futuro aposento de la vejez y de recuerdos pasados
quebradizo vivir de incertidumbres y miedos
delatoras calendas de la fugacidad del tiempo.









miércoles, 9 de noviembre de 2016

ESTE JUEVES: LA NIÑEZ





Mi niñez, aquella etapa de la vida de la que deseaba desesperadamente salir porque todo mi afán era ser mayor, cada cumpleaños era una celebración aunque nunca tuve tartas ni regalos porque no era costumbre en mi casa. Mirando desde la distancia fue un tiempo que se me hizo largo en el momento de vivirlo y que ahora veo como si hubiera pasado en unos segundos. Recuerdo los meses de escuela interminables, con aquellas mañanas de frío que nos helaban los dedos y nos hacían fumar sin cigarrillos, y los largos veranos que acababan con la compra de los libros del nuevo curso, libros en los que metía la cabeza para aspirar el olor a papel impreso que me embriagaba. Recuerdo las tardes jugando en la calle a juegos de temporada porque así eran, íbamos cambiando y pasábamos del elastiquillo a la cuerda, del carrete a la china, del pincho a los bolis, y si el tiempo no permitía estar a la intemperie nos metíamos en las casapuertas a jugar con los cromos o las mariquitinas. Qué rápido pasó y que añoranzas tengo de aquel entonces. Cuántos momentos vividos en casa de mis abuelos junto a mi tía Isabel, casi mi madre por lo que ha significado en mi vida. Qué evocación de olores relacionados con aquel tiempo, la hierbabuena que inundaba la cocina cuando se ponía al fuego el puchero, qué aroma el del café cuando mi abuela me dejaba el molinillo para que lo manejara con mis manos pequeñas e inexpertas que apenas podía girar la manivela, qué ricas las tostadas calientes con la manteca colorá derretida, la merienda era la única comida del día que hacía sin rechistar, y cómo me gustaba el humillo que se elevaba danzando desde las brasas de la copa inundando la sala con los vapores de la alhucema. Y no sé si es una sensación mía pero hasta la piel de las naranjas al pelarlas desprendía un envolvente frescor cítrico que las de hoy no tienen. Las noches de verano eran siempre divertidas, después del calor agobiante del día, cuando el sol se despedía por Cañorrera comenzaba la fiesta vecinal. En primer lugar se refrescaban las calles echando agua con una mano desde un cubo que se agarraba con la otra, era una maniobra que parecía venir impresa genéticamente porque desde muy pequeñas todas manejábamos perfectamente esa especial forma de rociar las losas de tarifa de las aceras y la tierra enchinada de la calle. Así se reducía la temperatura que desprendía el suelo expuesto durante tantas horas a los ardientes rayos de sol veraniego. Luego, ya después de cenar, se iban sacando las sillas para permanecer hasta entrada la madrugada al fresco de la noche mientras se contaban mil anécdotas y se narraban viejas historias. Si había que criticar algo no se hacía en estas tertulias, eso se haría de puertas adentro, aunque yo en esa época no prestaba atención nada más a que mis juegos. Y cuántos recuerdos de los cines de verano, pero eso es ya otra historia. Añoro mi niñez porque ahora sé que fui una niña feliz. 






martes, 8 de noviembre de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS




Semana 45 inspirados en "Brisa de verano".


Haikus

Sutil caricia
Tu beso en mis labios
brisa de verano 

Brisa de verano
tus palabras de amor
soplo de vida

De terciopelo
son tus manos cálidas 
brisa de verano

Brisa de verano
atardecer sereno
eterno sueño











sábado, 5 de noviembre de 2016

IMAGEN DISPARADORA




Fotografía de Adelaida Bordés.


Soneto libre en 100 palabras

Quisiera ser libre como aves voladoras
 quisiera poder batir mis alas al viento
quisiera volar cual alegres gaviotas soñadoras
romper mi silencio y gritar al mundo lo que siento

quisiera zambullirme en tus aguas sanadoras
y saciarme estas ansias de sediento
quisiera que tus manos seductoras
hicieran realidad mi pensamiento

quisiera sutiles alas para en las nubes rozarme
quisiera contemplar en los esteros tu reflejo
y ser de tu despertar luz, ilusión y sueño

quisiera fundirme con tu imagen en mi espejo
tener a tu lado amaneceres, en tus brazos cobijarme
quisiera tener poder para hacerte de mis deseos dueño.



jueves, 3 de noviembre de 2016

ESTE JUEVES: RELATO




(Foto: Alberto Jonquieres)


Este jueves nuestro anfitrión Alfredo Cot  nos invita a escribir un relato de tema libre en el que debemos incluir siete palabras incluidas en su propuesta. 


Como viene ocurriendo desde hace un tiempo, me levanto casi de madrugada, mis horas de sueño se han reducido a unas cuantas cabezadas intermitentes a lo largo de la noche y mi necesidad de dormir ha ido menguando con los años, lo mismo que mi necesidad de comer. Son acciones que ya no me satisfacen como antes. En cambio, para mí es vital salir a andar apenas ha amanecido.  Es mi manera de despejar la mente mientras camino sin rumbo fijo por las  calles solitarias que empiezan a desperezarse con las primeras luces del alba, con ese aire matinal refrescado aún por el rocío nocturno, una lluvia fina que envuelve de gotas transparentes las hojas de las plantas, ese relente de las noches calmosas que se recuesta sobre el suelo alfombrándolo con un tapiz de húmedad.  A veces me sobresalta un chorreo de gotas esparcidas desde las ramas de los árboles movidas por la brisa, una sacudida que me sacan de mi ensimismamiento, de rincones perdidos en mi mente donde ando escondido en busca de respuestas. Qué difícil es vencer los miedos, qué duro enfrentar la realidad, qué triste que llegue a desearse olvidar una ilusión. He renunciado a soñar por temor.  Me aferro con desespero a daños imperdonables como excusa para no aceptar que es el miedo el mayor responsable de las indecisiones. Son las dudas tan responsables como las responsabilidades que considero ineludibles. Tantos sentimientos se agolpan en mi pensamiento, tantos miedos, tanta incertidumbre, una confusión que me atormenta, que convierte mis pensamientos en una maraña difícil de carmenar. Caminar, pensar, recorrer las calles como alma errante, regresar a la cruel realidad de la vida intentando olvidar aquellos sueños que creemos imposibles, esperar que un "Alzheimer" piadoso se encargue de llevar a un lugar recóndito, a un mundo de olvidos todo lo que me está matando en este momento. De vuelta a casa me sumerjo en una ducha en un intento de que el agua arrastre fuera de mí todas mis preocupaciones.  Vivir en las rutinas es el engaño que nos hacemos a nosotros mismos para creer que tenemos el control total de nuestra vida. 





martes, 1 de noviembre de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS




Semana 44 inspirados en la palabra Pasajeros

Mi tío Juan, hermano de mi abuelo, era el jefe de estación de ferrocarriles de Jerez de la Frontera. Yo era aún muy pequeña cuando ya tenía la misión de acompañar a mi tía Isabel en casi todas sus salidas. Con ella visitaba a mis tíos y primos que vivían en Cádiz, a unas primas que tenían su casa en Puerto Real y alguna vez fuimos a Jerez y entrábamos en la estación a saludar a su tío. Para pasar al andén había que pagar un billete pero ella se acercaba al que controlaba la entrada y le decía que iba a ver a Don Juan Ramírez. Era nombrarlo y se nos abrían todas las puertas. Me gustaba verlo con su uniforme y la gorra. Era alto y risueño, muy distinto a mi abuelo que era bajito y de carácter serio. Las estaciones antiguas tenían algo de magia, el sonido de los trenes al emprender la marcha o al frenar con ese silbido de vapor que lo envolvía todo en una nube grisácea, la campana que tocaba anunciando la próxima partida y la voz potente de un empleado avisando que la salida era inminente: "Paaaaasajeros al tren". Luego un movimiento de farol era la señal al maquinista para que pusiera en marcha aquella pesada máquina cuyas ruedas formaban un entramado laberinto que fascinaba mis ojos curiosos ávidos de aprenderlo todo. Y comenzaba ese chucuchú lento que iba aumentando a medida que los vagones se iban alejando de la estación por el camino de hierro que le obligaba a seguir el rumbo marcado. Chucuchú, chucuchú, chucuchú, mientras la sirena gritaba alegre que ya estaban en marcha y mi mano pequeña se despedía de aquel férreo gigante que se perdía a lo lejos.